lunes, 29 de septiembre de 2014

San Jerónimo, Doctor de la Iglesia (30 de septiembre)

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San Jerónimo de Estridón, Doctor de la Iglesia
San Jerónimo, ornamento del sacerdocio, tan célebre por su eminente virtud, por su rara sabiduría, por su profunda erudición, oráculo del mundo cristiano, una de las mayores y más brillantes lumbreras de la Iglesia, fue de Estridón, ciudad de Iliria en los confines de la Dalmacia y de la Panonia. Nació el año de 332, y su padre por nombre Eusebio, celoso cristiano y hombre de conveniencias puso el mayor cuidado en dar a su hijo una cristiana educación. Habiendo observado en aquel niño cierto fondo de capacidad y cierta brillantes de ingenio, poco regular en otros de aquella edad, resolvió no perdonar a diligencia alguna para cultivarle. Después que le hizo tomar una ligera tintura de las lenguas en su país, le envío a Roma bajo la disciplina de Donato, célebre gramático, con cuyo magisterio hizo el niño Jerónimo asombrosos progresos en las letras humanas. Pasó después a otros maestros, en cuya escuela aprendió las bellas letras y las ciencias profanas en grado muy superior al que se podían esperar de un estudiante. Por la particular inclinación que profesaba a la retórica, y por su delicado gusto en ella, se hizo uno de los más elocuentes oradores de su tiempo; y por su rara facilidad en las lenguas se hizo admirar y ser tenido por uno de los hombres más sabios de su siglo. Así el violento amor con que le arrebataban los libros, como los piadosos afectos de religión que desde su niñez le habían inspirado, fueron el freno de sus fogosas pasiones, que desde la misma infancia eran muy vivas.
San Jerónimo, Doctor de la Iglesia (30 de septiembre)

La Fiesta de San Miguel Arcángel (29 de Septiembre)

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San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia Celestial
Celebra hoy la santa Iglesia una fiesta particular, no solo en reverencia del arcángel San Miguel, sino en honor de todos los santos ángeles, dirigiéndose la misa y el oficio a honrar con especial solemnidad a todos aquellos bienaventurados espíritus que tanto se interesan en nuestra salvación. Su santidad, su excelencia, los buenos oficios que hacen con todos los hombres, con todo el universo y muy en particular con la santa Iglesia, pedían de justicia este respetuoso reconocimiento; y aunque esta fiesta solo se intitula de San Miguel, es porque este bienaventurado espíritu fue siempre reconocido por general de toda la milicia celestial y particular protector de la Iglesia de Jesucristo, así como lo había sido de la Sinagoga [en el Antiguo Testamento].
La Fiesta de San Miguel Arcángel (29 de Septiembre)

lunes, 15 de septiembre de 2014

La Festividad de los Siete Dolores de la Santísima Virgen María (15 de septiembre)

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Los Siete Dolores de la Santísima Virgen María
Una de las cualidades que más ennoblecen a España, y que ensalzan su mérito entre las más grandes naciones del mundo, es, además de su catolicismo, la tierna devoción que siempre ha manifestado a la Reina de los Ángeles. La feliz situación de que goza esta península, la fecundidad de su terreno, la amenidad de sus valles, la frescura de sus montes y la riqueza de sus minas, que en tantas ocasiones han sido el objeto de la avaricia de las naciones guerreras, todo es menos que el tener en su seno unas criaturas racionales que, reconocidas a su Criador, adoran sus sabias disposiciones, profesan el Evangelio que predicaron los Apóstoles, y ponen sus mayores esmeros en celebrar las grandezas de aquella Virgen dichosa que tuvo en su vientre al Unigénito de Dios. España como las demás naciones ha celebrado siempre los misterios de la santa Virgen, adelantándose a muchas de ellas a proporción que ha sido mayor la santidad de los prelados que la han gobernado, y mayores las causas que la Reina de los Ángeles les ha dado para manifestarse agradecidos.
La Festividad de los Siete Dolores de la Santísima Virgen María (15 de septiembre)

domingo, 14 de septiembre de 2014

La Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre)

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Se instituyó la fiesta de la Santa Cruz para celebrar la memoria de aquel día en que el sagrado madero, sobre el cual Jesucristo, el Salvador del mundo, consumó la grande obra de la redención, fue solemnemente restituido por el emperador Heraclio a Jerusalén, de donde catorce años antes le había sacado Cosroas, rey de Persia.
Atenta siempre la Iglesia, y siempre solícita en rendir a este precioso instrumento todo el culto que por tantos títulos se le debe, instituyó esta fiesta en reverencia de la santa cruz, celebrando todos los años las maravillas que obró en semejante día, que con razón se puede llamar el día de su triunfo.
La Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre)

lunes, 8 de septiembre de 2014

La Natividad de la Santísima Siempre Virgen María, Madre de Dios

La Inmaculada Concepción con San Joaquín y Santa Ana


Hoy es el día del nacimiento de la Santísima Virgen, canta la Iglesia: Nativitas est hodie sanctae Mariae Virginis. Celebremos este dichoso día con toda la solemnidad posible: Nativitatem hodiernam solemniter celebromus: celebrémosle con la mayor alegría, cum jucunditate. Tu nacimiento, ó Virgen Madre de Dios, llenó de alegría al universo mundo: Nativitas tua, Dei genitrix Virgo, gaudium annuntiavit universo mundo. Nos hizo el cielo en este día un magnifico presente, un presente de inestimable valor, dice San Bernardo: Pretiosum hodie munus coelum nobis largitus est. Este fue propiamente el día en el cual se comenzaron a disipar las espesas tinieblas en que por más de cinco mil años yacía sepultado el mundo, rayando la primera luz en el nacimiento de aquella brillante aurora, esperada por tantos siglos, y objeto tan largo tiempo de las ansias y de los deseos de tantos patriarcas y profetas. Celebremos todos el nacimiento de la Madre de Dios, dice San Juan Damasceno, por la cual fue como reintegrado todo el género humano, siendo ella la que convirtió en alegría la tristeza que nos causó nuestra primera madre Eva. Dei Genitricis natalem complectamur, per quam mortalium genus redintegratum est; per quam prmogeniae matris Eva moeror in laetitam matatus est. (Serm. de Natal. B. V.). Así como la aurora es el fin de la noche, dice el abad Ruperto, de la  misma manera este nacimiento fue el fin de nuestros males, y el principio de nuestra dicha y de nuestro consuelo: Sicut aurora finis praeteritae noelis est, sic Nativitas Virginis finis dolorum et consolationum fuit mitium. (Lib. 6 in Cant.). ¿Dónde hay alegría más pura, más santa ni más llena, que la que causa este dichoso día a toda la Iglesia por el nacimiento de aquella que habían anunciado los oráculos de los Profetas, como dice San Jerónimo: Vaticinium Prophetarum (in Michaes, VI); nacimiento que fue como prenda de las promesas de Dios, en frase de San Juan Damasceno: Pignus promissionis; y como seguridad del futuro nacimiento de todo un Dios: Genitate votum naseituri Dei?
Parece, añade el mismo Santo, que desde la creación del mundo andaban en competencia los siglos sobre cuál de ellos había de tener la gloria de honrarse con el nacimiento de la Santísima Virgen: Certabant saecula quodnam ortu Virginis gloriaretur. Llegó, en fin, aquel dichoso tiempo determinado desde la eternidad en los archivos de la divina Providencia, aquel tiempo tan esperado y tan suspirado después de tantos siglos; el año cinco mil ciento y ochenta y tres de la creación del mundo; el año de dos mil novecientos cuarenta y uno del diluvio universal; el año de mil novecientos y noventa y nueve del nacimiento de Abrahán; el año de mil cuatrocientos y noventa y cuatro de la salida de Moisés y del pueblo de Israel del cautiverio de Egipto; y el año mil y diez y seis después que David fue ungido y consagrado por rey: hacia la semana sesenta y cinco, según la profecía de Daniel, y en la olimpiada ciento y noventa; el año setecientos treinta y tres de la fundación de Roma, y veinte y seis del imperio de Octaviano Augusto; en la sexta edad del mundo, aquella bienaventurada Niña, predestinada por los decretos eternos para ser Madre del Verbo encarnado, habiendo sido concebida sin pecado por singular privilegio, a los nueve meses de su inmaculada concepción nació en Nazaret, ciudad de Galilea, a treinta leguas de Jerusalén, el día 8 de septiembre.
La Natividad de la Santísima Siempre Virgen María, Madre de Dios